lunes, 6 de julio de 2009

Una vida en la fábrica


Llegó a San Jerónimo con 18 años desde un pueblo de Jaén, Frailes. Comenzó su andadura en un patio de vecinos de la calle Burgos, donde actualmente se encuentra la Casa del Pueblo. Su vida en el barrio siempre estuvo vinculada directamente con la empresa FASA-Renault, de la que conserva buenos recuerdos.

El 14 de marzo de 1964 es para Antonio Martínez Extremera, 61 años, una fecha significativa que marcó un antes y un después en la trayectoria profesional de este barbero de Jaén. Así, en este día entró a formar parte de la plantilla de ISA.

La impresión más fuerte que sufrió al entrar en la fábrica fue ver como los trabajos que allí se realizaban, a pesar de hacer labores mecánicas, se realizaban manualmente, cosa impensable hoy en día, “las mujeres metían rodillos en los cojinetes. La cadena de montaje era manual”. Antonio fue uno de los trabajadores que vivieron el cambio de ISA a FASA-Renault en 1969. Según su testimonio “este cambio benefició a los trabajadores, porque el volumen de ventas de ISA no superaba a la facturación de Renault. La vida de los empleados mejoró económica y profesionalmente. Se comenzó a especializar a los trabajadores mediante cursos que impartía la empresa”.

Tiempos difíciles caracterizados por el movimiento laboral tan importante que se levantó en el barrio, en reclamo de los derechos de los trabajadores fabriles, “el comité de FASA fue espejo donde muchas empresas sevillanas se miraron, no sólo del sector metalúrgico sino también de otros sectores. Con sus movimientos consiguieron unas mejoras muy notables para el personal”.

Antonio no perdió su oficio original, y continuó cortando el pelo a sus clientes “estuve en la peluquería de Rafael y Manolo los fines de semana”. Con el esfuerzo de su duro trabajo ahorró para comprarse un piso en Demo.

Su actividad laboral se vio truncada cuando sufrió un infarto cerebral que le llevó a una invalidez total.

Mirando al pasado recuerda su llegada a San Jerónimo “era un barrio marginal, con muchas chabolas, pero mi impresión fue buena. Hoy todo ha prosperado, todo ha mejorado, recuerdo con cariño todas las tiendas de la época, incluso la churrería de la calle Extremadura, el Sótano H o El Pelotazo”.

Para Antonio, como para otros muchos vecinos, lo más destacado siempre ha sido la solidaridad de la gente que allí vivía, un respaldo entre las personas, que aún se mantiene vivo en esta zona de Sevilla.

Antonio Martínez Extremera

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