lunes, 6 de julio de 2009

Detrás de la barra de un bar ve la vida pasar

Su bar es uno de los más conocidos de San Jerónimo, tras muchos años de lucha ha conseguido trabajar en lo que más le gustaba, ahora mira al barrio con la sabiduría que dan los años.

Cuando la Guerra Civil puso punto y final a la apacible vida de sus familia en Bollullos Par del Condado (Huelva), cuando él tenía cinco años sus padres decidieron que era hora de marcharse a vivir a San Jerónimo. Desde ese momento su vida está vinculada a la hostelería.

El año de su llegada, 1939, su padre compró una parcela de 1.5000 metros cuadrados que le costó 60.000 pesetas. En aquel terreno situó el patio de vecinos “Las cuatro columnas”, el bar y la casa particular de la familia.

El bar era un negocio familiar, tanto sus padres como los cinco hijos, trabajaron durante todo el día mientras lo compaginaban con los trabajos de cada cual. El bar fue comprado por un futbolista y, con el dinero que cobraron, él compró un nuevo local en 1964, lo llamó José Maraver. El vendedor fue Rufo López, “fue muy gracioso verlo sirviendo desayunos con americana y mascota” según comenta entre risas José. La información de la venta del local se la dio Miguel Pérez.

Reconoce que le costó trabajo despegar, tenía sólo 13.000 pesetas para emprender el nuevo negocio. Pagar la vivienda que tuvo que construir en la planta alta del bar le supuso llegar a acuerdos con los repartidores de café y vino. Poco a poco fue ganando clientela, abrían a las 5.30 y cerraban pasada la medianoche.

El bar iba creciendo, “a pesar de la miseria en la que vivía el barrio había mucha hermandad entre los vecinos”, y le compró a Virginia la estanquera lo que actualmente es el salón comedor.

Desde la barra ha visto cambiar el barrio de San Jerónimo, desde la barriada rodeada de campo y huertas hasta la industrialización, y ha sido testigo de muchas anécdotas, la más misteriosa le ocurrió a su padre una noche que el bar seguía abierto porque había clientela. Aquella noche entraron tres hombres que se presentaron como policías y pidieron que se desalojara el local.

Cuando se habían quedado solos con el dueño le hicieron abrir la caja del dinero, les robaron los productos y el saco de tabaco que guardaban en las habitaciones de la casa. Su madre, que ya estaba dormida, se despertó con los ruidos y su sueño se transformó en temor al ver como se llevaban a su marido cargando con el saco de café. Finalmente, una vez habían llegado al puente lo dejaron marchar.

Su padre volvió a casa y siguieron con su vida hasta que, algunos meses después, el progenitor reconoció a uno de los ladrones. Cuando acudió a denunciarlos descubrió que eran unos conocidos.

Ha sido una vida azarosa que ahora le permite vivir más cómodamente, en esa estabilidad actual jugó un papel importante el medio millón que le tocó en el Gordo de 1972. Cumplió uno de sus sueños, sacarse el carnet de conducir y comprarse un coche.

José Maraver

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