
Llegó a San Jerónimo en 1958 cuando entró a ocupar un puesto en el cuartel de la Guardia Civil de la RENFE. El edificio servía de dormitorio para los maquinistas y el personal de los trenes, quienes cedieron parte de él, debido a los hurtos que comenzaron a darse dentro del mismo. Así, este vigués logró instalar su residencia en tal lugar, “vivía en una buena casa, en un bajo, tenía una oficina, un pasillo muy ancho y agua corriente”. Allí mismo nació su hija.
A pesar de reconocer que su situación por aquel entonces era buena, en sus recuerdos todavía tiene presente la dejadez que sufrían las calles “el barrio estaba hecho una verdadera calamidad, ruinoso por completo”. Nunca olvidará el camino hacia el cuartel sin asfaltar, en el que cuando llovía todo se transformaba en un verdadero fangal.
La honradez de sus vecinos, gente trabajadora, hacían de esta zona de Sevilla, que no gozaba de buena estima en gran parte de la capital por considerarse un territorio conflictivo, un lugar sosegado, que este Guardia Civil califica como seguro.
Cuando lo destinaron a San Jerónimo, la seguridad ciudadana fue su principal objetivo. Así, estuvo designado a esta zona tres años con el cargo de Comandante Puesto en los que apreció y supo valorar la calidad humana de sus gentes. Para este Teniente de la Guardia Civil “este era un barrio tranquilo”, pero en el que al construir las viviendas del patronato “se perdió esa familiaridad”.
Para Armando Lorenzo la visita del General Franco al asentamiento chabolista del Vacie, cuando Moreno de la Coba era alcalde, marcó un antes y un después en las personas que allí vivían, siendo la mayoría de ellos trasladados a la barriada de Torreblanca. Y es que según este vecino, “la gente no se trataba ni de derechas, ni de izquierdas, no había complicaciones políticas, todos dormían con tranquilidad”.
Momentos inolvidables como los vividos en el cine de la calle Mejillón, antes calle Delfín, cuando el señor Távora le dejaba pasar junto a su señora y todos los niños del cuartel de forma gratuita o la presencia en 1960 de Benito Villamarín durante la inauguración de la peña bética que con orgullo recuerda, dotan a este lugar de una historia desconocida hasta ahora por muchos, que revela la parte más humana y solidaria de los residentes de la periferia sevillana.
Con mirada retrospectiva hace balance de su vida en el barrio y obtiene un resultado muy positivo en el que no quiere dejar pasar por alto ni uno solo de sus amigos como Eusebio, Oliveras, Víctor Varela, el Nene o los Távora, personas que han marcado su vida, compartido los mejores recuerdos de aquella época y que aún hoy están presentes en la memoria de este gallego, cuya alma quedó anclada hace ya 46 años en la barriada de San Jerónimo.
Armando Lorenzo Díaz
No hay comentarios:
Publicar un comentario