lunes, 6 de julio de 2009

Una lucha por la libertad


Corrían tiempos de crisis política y económica. El barrio de San Jerónimo conservaba la esencia de aquellos barrios viejos en los que los vecinos forman una gran familia. Florentino era uno de sus miembros, y recuerda con detalles cada uno de los rincones que conformaban el barrio.

Tino, como es conocido popularmente en la zona, vivió su infancia en una casa que hoy todavía se conserva, junto a la antigua fábrica de Távora. Pepe el barbero, Juan Maraver o Manolo Guerrero son algunos de los compañeros que tuvo en la escuela de doña Dolores, ubicada en el patio de Juan Pipa, calle Navarra. Era un colegio mixto y privado en el que estuvo hasta los 14 años. Allí conoció, además de las lecciones, la humanidad de la profesora Dolores, “una mujer preocupada porque los chavales salieran con una educación”.

Su infancia y juventud están plagados de recuerdos. Recorre el barrio calle por calle, patio por patio, sin apenas confusión. El paso de los años ha sabido almacenar en la memoria lugares que marcaron toda su vida, a cada uno de ellos le acompaña una anécdota que contar. El Pelotazo donde se bebía el vino blanco servido en botellas de agua Carabaña de tres cuartos, la empresa de autobuses Landa, donde sus vehículos hacían la parada antes de llegar a La Algaba, el patio de Chagartegui a quien su padre le construyó el taller, la casa de don Roberto el médico, el taller de bicicletas donde además de arreglarlas, se podían alquilar por tres chicas “frenábamos con los pies, eran bicicletas sin frenos”.

La pobreza y el hambre también señalaron esta época. Recuerda como la vecindad unida intentaba sobrellevar la carestía de la mejor forma, “a pesar de las disputas, los patios eran muy solidarios. En San Jerónimo se pasaba hambre”. A modo de anécdota recuerda la situación y pone en pie la vivencia experimentada con un cerdo que le regalaron a su padre, “tenía tanta hambre que me comía a medias las bellotas con el cochino”.

Las calles Medina y Galnares, Cataluña, Valencia, Extremadura, Navarra, Marruecos y los talleres de RENFE conformaban la barriada por aquel entones. Un lugar muy completo, donde la industria estaba muy desarrollada gracias a fábricas como la de abonos, Cross, Sanita, o Isa. Los comercios también eran el modo de vida para muchos de los vecinos del lugar, así, el bar de Mariano, también verdulería, las cuatro peluquerías que existían en el barrio: de Rafael, Manolo, Amadeo y su tío, el cine de invierno de Távora, o la farmacia de don Augusto donde Juanito el de la farmacia comenzó de mancebo eran recursos con los que muchas familias se alimentaban.

Su vida en San Jerónimo nunca fue pasiva, y desde la temprana edad de los 17 años estuvo involucrado con el movimiento laboral y la reivindicación de los trabajadores. En abril de 1966 entró en Fasa Renault, allí experimentó de cerca la lucha sindical en la huelga de 1968 como enlace del Sindicato Vertical, ya que “CCOO era clandestina”. Con motivo de esta revuelta lo despidieron junto a nueve compañeros. Tino recuerda como aquel incidente se produjo justo cuando se iba a casar, “me casé el 4 de agosto de 1968, fue una boda doble, porque la hermana de mi mujer contrajo matrimonio a la vez que nosotros. La celebración fue en el cine de verano de Távora, allí se presentaron gente de CCOO y aquello se convirtió en un mitin”.

El barrio respondió rápidamente a los despidos y unieron fuerzas para ayudar junto a compañeros de Fasa aportando dinero suficiente con el que compraron tres camiones que dio trabajo a cuatro de los expulsados. Consiguió trabajo en la fábrica de vidrio en Dos Hermanas. Un trabajo que llevó a cabo hasta 1971, año en el que fueron readmitidos en la Fasa Renault.

Esta vuelta a la estabilidad permaneció poco tiempo, pues tan sólo un año más tarde la policía le detuvo junto a otros compañeros, pero fue readmitido de nuevo en la empresa.

Con la celebración del juicio se dictó cuatro años de cárcel con los cargos de asociación ilícita y propaganda ilegal. Pasó por las cárceles de Sevilla, Jaén, Madrid y por último Palencia.

Mientras, su mujer fue contratada como limpiadora de la fábrica, un empleo conseguido gracias al apoyo de sus trabajadores.

En 1975 muere Franco y con él la mala suerte de este vecino de San Jerónimo. Tino se puso al habla con el Jurado de Empresa (Comité de Empresa) y particularmente a Antonio Brioso al que le expuso que quería hablar con la empresa para agradecerle el haber dado trabajo a su esposa mientras el se encontraba ausente, a posteriori junto a su compañero José María Guijo quisieron agradecer a su jefe don Enrique la nueva readmisión “le agradecí mi readmisión en la empresa y le propuse la salida de mi mujer de la empresa, pues ya me había reincorporado. Su respuesta me sorprendió cuando me dijo que mi mujer podía seguir trabajando allí”.

Años de lucha obrera y reivindicación de libertades para construir la democracia. Un tiempo en el que todos los implicados lucharon por un futuro mejor. Futuro que hoy se hace presente y que Florentino Moreno Avellaneda protagonizó arriesgando mucho, pero orgulloso y, ante todo, agradecido de haber pertenecido a esta gran familia de San Jerónimo que siempre le apoyó cuando más lo necesitaba.

Florentino Moreno Avellaneda

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