lunes, 6 de julio de 2009

Recorrido palmo a palmo por la memoria


El paso de los años no ha logrado borrar de su memoria los episodios vividos en aquel barrio que, allá por los cuarenta, lo vio crecer. San Jerónimo fue testigo directo de la vida de Félix Beato Rodríguez. Una vida siempre apegada a su tierra a pesar de los años que pasó en Holanda como emigrante trabajador de una empresa dedicada a la construcción de perforadoras de petróleo y barcos.

El patio de Dolores la del baile, ubicado frente a la Charca, rodeado por la Unión Española de Explosivos y la Fonda del Sopapo, sito en el actual número 57 de Medina y Galnares, es el lugar donde pasó gran parte de su vida.

Recuerda con nostalgia todos los momentos allí experimentados y describe sesenta y tres años después con todo lujo de detalles las condiciones del lugar: "en el patio vivíamos seis vecinos: Dolores, Casimira, Carmen, El Niño Negro y los Macarros. Había un solo servicio para todos, y muchas ratas". Pero aquellos tiempos no eran fáciles y las necesidades muchas: "vivía en una casa con dos habitaciones, en la que siete hermanos y el matrimonio dormíamos en colchones de (fochisco). Unos en los pies y otros en la cabecera".

A pesar de la escasez de alimentos y lo duro de aquellos tiempos, se siente afortunado y revive los años en el patio de vecinos con alegría. La Navidad es para él una fecha significativa. Las fiestas organizadas en esta época del año por los vecinos en las que compartían mantecados o pestiños elaborados artesanalmente, reconstruyen un pasado ahora añorado.

Su matrimonio, "con una vecina de San José de la Rinconada" pero que conoció en San Jerónimo cuando visitaba la casa de sus tíos, en el callejón de Távora, es otro de los momentos que Félix Beato evoca cuando se le pregunta por este periodo de su vida. Después de cinco años en Rotterdam, Holanda, regresó a su barrio y se casó. Tras contraer matrimonio se marchó de nuevo a los Países Bajos, pero esta vez su esposa le acompañaba.

Cuando la primera hija llegó al matrimonio la opción de volver se hizo definitiva. Así, en 1977, volvió para no regresar más a esa tierra que reconoce como buena. Encontró trabajo en la Fasa-Renault y con los ahorros que consiguió enviar desde Holanda hasta Sevilla a su madre, que poco a poco iba pagando la letra, se compró un piso en la calle Río Piedra.

Lugares como la casa de Manolo el gallego, la calle de las Mercedes, hoy calle Extremadura, la fábrica de fundición de hierro perteneciente a la familia de origen vasco, Chagartegui, el patio de los negrillos o infantes, donde nuestro protagonista acudía a jugar con sus amigos cuando era niño, el patio del pescaero o la familia dedicada al transporte, los Zúñiga, son tan sólo algunos de los lugares y personas que este hombre a pesar del transcurrir del tiempo rescata de su memoria cuando sitúa al barrio en su pasado.

Una historia no olvidada y revivida con entusiasmo, donde los trajes de torero elaborados por Dolores en el zaguán del patio de vecinos y los baños que su hermana le daba con jabón lagarto, son tan solo unas anécdotas más que contar en una larga vida repleta de recuerdos, en los que el tiempo se detuvo una vez para permanecer eternamente en la mente de este vecino de San Jerónimo.

Félix Beato Rodríguez

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