
Llegó a Sevilla en 1951. Decidió venirse a trabajar aquí porque mantenía el puesto de trabajo en MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante) pero podía ganar más dinero gracias a las horas libres. Su sueldo diario era de 10,50 pesetas al día.
Cuando llegaron a San Jerónimo, su mujer y él, junto con sus dos primeras hijas, comenzaron a vivir en un vagón que les dio Renfe y que hicieron más habitable gracias a la luz eléctrica y a la posibilidad de encender la estufa.
Allí vivió dos años y en su humilde hogar acogió a la familia de Francisco Castro cuando acababa de llegar al barrio. Durante aquellos necesitó una tienda que le vendiera fiado, encontró la confianza que necesitaba en el comercio de doña Patro que se situaba en la esquina de la calle Extremadura con la calle Navarra.
Entre los dos matrimonios construyeron un casita en los terrenos de Renfe y, finalmente, la compañía ferroviaria les concedió un préstamo para comprarse un piso en la Cooperativa Ferroviaria Juan XXIII. La vivienda les costó 485.000 pesetas, de las que Renfe les financió 150.000 pesetas y la Caja de Ahorros de Ronda subvencionó una hipoteca.
Muchos años han pasado desde entonces, su asimilación del carácter del barrio y su completa integración en el mismo se observan en los veintidós años que estuvo de presidente de su barriada y los treinta años como miembro de la Comisión de Festejos.
Los vecinos le reconocieron su labor al ser nombrado “Vecino de honor” hace dos años. Humilde explica que “había luchado mucho por el barrio pero no esperaba aquel reconocimiento”.
Hace más de cincuenta años que llegó a tierras sevillanas, en ellas han nacido cuatro de sus seis hijos y agradece la acogida. Sólo lamenta que, desde 1992, su mujer no lo acompaña en el viaje.
Tras haber visitado las exposiciones y haber visto el libro cree que “es muy hermoso lo que se ha hecho del barrio, me ha gustado mucho”.
Tomás Escudero
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