lunes, 6 de julio de 2009

La vida desde un balcón con vistas al Monasterio de San Jerónimo

63 años y la mitad de su vida en San Jerónimo. Rafael nació en Villa Nueva del Río y Minas, de donde tuvo que partir, como muchos otros, para encontrar trabajo en la capital andaluza. Fue en la empresa ISA donde consiguió un puesto durante década de los sesenta para pasar, poco después, a la Renault, donde reconoce haber formado parte de una excelente plantilla de trabajadores: “el secreto del éxito estaba en las manos de los obreros. Eso fue lo que hizo que las cajas de cambio se hiciesen en Sevilla y que en el extranjero hubiese preferencia por las que procedían de aquí”, cuenta orgulloso.

En el año 68, tras un período de tiempo en el que tenía que ir y volver a diario a su pueblo natal en la llamada “cochinita” (nombre popular por el que se conocía al tren que iba a Zafra) pudo conseguir un piso en el barrio, al que llegó “prácticamente con las cajas de cartón, y con lo justo para comer”. Pero este hombre había conseguido el balcón de un privilegiado: en efecto, Rafael goza de hermosas vistas a la torre del Monasterio de San Jerónimo, gracias a las cuales ha sido un testigo de excepción de los cambios y reformas de este monumento en las últimas tres décadas.

No tardó este hombre en incorporarse a la vida del barrio de forma activa, implicándose, desde un primer momento, en el movimiento vecinal y en el obrero porque, afirma “siempre le preocuparon los valores humanos”. Presenció y formó parte de difíciles coyunturas de la lucha y mejoras sociales, en las que los trabajadores de la Renault reivindicaban la igualdad de derechos y salario con sus homólogos de esta empresa en Valladolid. Una huelga de más de un mes desembocó felizmente en la consecución de los objetivos de estos obreros que no desistieron pese a lo dificultoso de una huelga tan demorada y a tristes acontecimientos como el fallecimiento de uno de los trabajadores.

La implicación de Rafael no iba a terminar aquí: en el año 74 (cree recordar) es nombrado presidente de la urbanización Almer, cargo del que, siempre acompañado por D. Manuel Portela, aún no se ha despedido. Gracias a su labor, reconoce que su zona ha conocido “importantes mejoras” y aún le quedan fuerzas para seguir protestando y luchando por el avance del que ya es, desde hace mucho tiempo, su barrio. Entre sus reivindicaciones: terminar de urbanizar el barrio, un aparcamiento subterráneo con un parque en superficie, etc. Desde la perspectiva que dan los años, aprecia con nostalgia los cambios en las gentes de San Jerónimo y afirma haberse emocionado al contemplar las fotos de la exposición en torno a la historia del barrio.

Insiste en que debe existir una mayor colaboración entre los vecinos, no sólo de su zona sino del resto del barrio en lo referente a temas culturales y sociales.

Rafael García Nofuentes

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